No, perdone. Al habla el señor más fatiga de toda la esfera de creación de contenido sobre Eurovisión en España. De agosto hacia aquí, 67 vídeos, una docena de podcast, una veintena de directos, y más de 1500 tweets y publicaciones en redes sociales. Me dirijo hacia ustedes con un claro objetivo: dejar bien aclarado que la afirmación esa de que Eurovisión es 365 días al año, cada vez es más cierta y cada vez lo entiendo menos.
El eurofán en su ciclo de adicción a este vicio tan europeo y divertido, poco a poco va abrazando eventos para complementar su año. Lo que de inicio es ver la final, acaba siendo ver las semis, conocer los temas candidatos antes del festival, y acabar viendo preselecciones por encima de sus posibilidades. Me encantan las preselecciones. Vivirlas, disfrutarlas, reaccionarlas en bolitas y hasta contarlas en la tele. Lo que no puede ser, es que cada vez lleguen antes.
De toda la vida, tu madre ya tenía algún polvorón tonto en la mesa camilla cuando era el Këngës de Albania, y empezaba todo. Te ibas desperezando, llegaban las navidades, y entre peladillas, cava y pelar gambas a modo profesional, a la vuelta, ya sí teníamos Eurovisión. Y Eurovisión, para el heavy user, el que encima seguía Eurovisión Junior como si fuera el convencional para calmar su ‘mono’. Comprensible, pero siempre bajo elección y grado de adicción a este festival de festivales.
Lo que no es nada normal, es tener para diciembre tres preselecciones ya, que los países anuncien sus candidatos en agosto, o que tengamos nombres de Benidorm Fest a tres meses vista. Al final, entre preselecciones, prepares, resacas y eventos varios, Eurovisión acaba siendo todo el año, y esto genera al final rechazo.
No les voy a mentir, este año ha costado Dios y ayuda volver a crear en Euromovidas. Acabamos el año con agujetas hasta en las pestañas, y lo cierto es que parar, parar, no se pudo parar del todo. Toda la ola de Benidorm se unió al puestazo de Chanel, y el puestazo de Chanel a volver con Benidorm en agosto. Como el opositor que repasa a diario los folios sudados de los temas, volvía a empezar todo. Como CJ en GTA San Andreas con el ‘Oh, shit, here we go again’. La temporada no había acabado y teníamos otra.
Al final, el hype, el ‘se vienen cositas’ y que esto, para qué mentir, nos encanta, acaba enganchando y retomas el tono, pero cuesta. Y esto no ha pasado nunca jamás. Escribo esto en el tren camino a Madrid para una presentación de artistas de España a Eurovisión 2023 en noviembre de 2022. Ayer, Países Bajos anunciaba artistas, y esta misma semana, Albania desvelaba los suyos, Australia borraba su preselección y Amadeus corría con Gianni Morandi por Roma para anunciar Sanremo. Igual que Mariah Carey espera al 1 de noviembre para ver su nombre crecer y crecer en las búsquedas de Google, me da la sensación de que Eurovisión va camino de tener un proceso anual por completo, aderezado con adaptaciones en otros lugares, y con un goteo intenso de información 365 días.
¿Estamos preparados? ¿Es buena idea? Partiendo de que creo que poco poder de decisión tenemos en el asunto, lo cierto es que lo mucho, empacha, y o priorizamos, o la ola nos acabará comiendo. Que mayo, aunque parezca mentira, está lejísimos aún.