Ha llegado el mes de mayo y ya sí que no hay vuelta atrás. El calendario del móvil te lo recuerda a cada paso que das: que en nada era Eurovisión 2020.
Si de por sí es duro mirar como tu hotel, vuelo y entradas se han convertido en papel mojado, mucho más duro es el pensar en los resultados que podrían haberse dado en el Ahoy Arena con unas canciones que pasarán a la historia por no haber competido jamás. Pese a ello, desde Eurovisión y Esas Movidas nos hemos propuesto encontrar algunos sucesos que podrían haber pasado a la historia en Países Bajos. Esos datos que hubiesen sido un récord, y que ya no sabremos si hubiesen sido posibles o no. ¡Vamos con ello!
1. Máxima puntuación histórica de Lituania
Es fácil ser irreverente en Eurovisión, aunque es algo más complicado llegar a la irreverencia de la mano de una genialidad. Somos de los que pensamos que The Roop tenía esa mezcla magnífica de excentricidad unida a una gran canción, un cóctel que prometía mucho éxito a los bálticos en Rotterdam.
Solo con ver como la banda encabezó apuestas durante bastante tiempo antes de la fatídica cancelación del festival, todo nos hace pensar que los lituanos podrían haber superado a tres mastodontes eurovisivos como Donny Montell (200 puntos), Ieva Zasimaskauté (181 puntos) y LT United (162 puntos), y obtener la máxima puntuación histórica del país desde su llegada a la Eurovisión en 1994.
Pensar en colocarse encima de las dos centenas de puntos en el festival prácticamente hubiera hecho soñar a The Roop con arañar un top-5, o incluso firmar un podio en Rotterdam, un hecho triunfal que desgraciadamente nunca podremos saber si hubiera sido posible.
2. Posible primera victoria de Bulgaria
Esta primera reconocemos que es algo ambiciosa, pero lo cierto es que la vuelta de Bulgaria a Eurovisión tenía materia prima para ser todo un éxito. El Tears Getting Sober de Victoria era una maravilla como canción y creemos que como pack, y por ello no nos parecía nada descabellado ver a los búlgaros ganando el festival y pulverizando otros grandes resultados como los de Poli Genova en 2016 con un excelso cuarto puesto y sobre todo el de Kristian Kostov en 2017, un segundo puesto con una barbaridad de puntos como muestra de poder (403).
Hablamos de una delegación que antes de tomarse un año sabático podía presumir de dos top-5 y ganar una semifinal entre 2016 y 2018, pero creemos que con Victoria se podía optar haciendo honor a su nombre, a llevarse el micrófono de cristal.
3. ¿Un ganador en francés?
Suiza llevaba desde 2010 sin apostar por una canción en francés. En un país como el helvético, donde se puede presumir de tener hasta cuatro lenguas oficiales (francés, italiano, alemán y romance), la diversidad lingüística de cara a la Eurovisión puede ser total, sin embargo desde la participación de Michael von der Heide en Oslo, la SRG y SSR se habían centrado en el inglés y en las propuestas foráneas.
Sin embargo, de cara a 2020, el pack volvía a tomar el francés como emblema, con el picante de ver como la propia Francia se quedaba en una balada en inglés firmada por un sueco, John Lundvik. Gjon’s Tears, de ascendencia albanesa, nos traía Repondez-Moi, una balada sublime con una interpretación de quilates, que hizo a más de uno pensar en una victoria francófona en Rotterdam.
Junto a ello, es curioso coger el Delorean, y observar como desde 1988, con Céline Dion y su Ne Partez Pas Sans Moi, el francés no consigue ganar el festival, pese a haber sido una lengua muy potente en él, con hasta catorce victorias en el mismo hasta aquella edición de Dublín.
¿Hubiera vuelto a reinar el francés? Podría haber sido más que probable, visto que además la actuación de Gjon’s Tears es de esas que en directo supone un punto más. El inicio de los ensayos hubiera catapultado a Suiza a un nuevo éxito, tras el cosechado el año pasado con Luca Hanni en Tel Aviv.
4. Un anfitrión fuera del bottom
Ahora me toca a mi plantearos una pregunta: ¿Son los anfitriones maltratados en Eurovisión? Luego de ver los puestos de últimos anfitriones como Kobi Marimi o Cláudia Pascoal, parece que el bottom está firmado para el país que organiza la Eurovisión, sea cual sea la canción que presente.
Sin embargo, también hay quien piensa que los organizadores suficiente tienen con albergar el festival, y que al menos que seas irlandés, más te vale ir con cautela el año que lo organizas, y llevar canciones poco competitivas. De cara a 2020, creo que Países Bajos no ha pensado en esa fórmula, trayendo al surinamés Jeangu McRooy, y su magnífica balada Grow.
Se me hace complicado ver a los holandeses fuera de un top-10 en Rotterdam, visto el directo de Jeangu. Es el prototipo perfecto de canción predilecta de jurado, la que a poco que fuera adornada con una puesta en escena elegante (al estilo de la de Arcade) hubiera sido un caladero de puntos para los profesionales.
Nunca lo sabremos, aunque parece evidente que en 2020 los tiempos de colocar al anfitrión entre los cinco últimos se iban a acabar.
5. La llegada del japonés a Eurovisión
Más vale que nos vayamos olvidando de Eurovisión Asia. Pese a ello, no hay que cerrar la puerta a los detallitos orientales en el festival, y tras ver a Dami Im lucirse de lo lindo en Estocolmo con raíces coreanas, o ver a Netta rodeada de gatos de la suerte chinos, 2020 iba a ser el año de escuchar al menos un par de frases en japonés en el festival.
Todo, gracias a la Cleopatra de Samira Efendi, la que traía consigo esos versos tan extraños del puente (Nam Myōhō Renge Kyō), los que no son más que un proverbio oriental, el que significa algo así como ‘abraza la naturaleza’. No sabemos muy bien que tiene que ver con el tema, pero sinceramente la canción tampoco destaca por sus lyrics. Sea como sea, es una curiosidad estrambótica que no veremos desgraciadamente en Rotterdam.
¿Sabes tú alguna efeméride más que nos vayamos a perder en el Ahoy Arena? Es tu turno, déjanosla en los comentarios.