Que la música es considerada para todos herramienta de unión, celebración y unidad, es algo más que sabido. De hecho el Festival de Eurovisión nace tras la huella sangrienta de dos Guerras Mundiales buscando unir y apaciguar en Europa con la televisión como buena nueva y la música como arma. En un certamen capacitado para juntar el año pasado hasta a 41 nacionalidades distintas y entremezclar una crisol de culturas en la ciudad de Tel Aviv abriendo fronteras, desde sus inicios allá por 1956 consiguió reunir a naciones enteras en torno a un televisor y una serie de canciones cada una con su idioma, escena y mensaje.
Sin embargo, no siempre toda Europa disfrutó del festival, pero toda Europa sí tuvo un festival similar. Y es que la Guerra Fría también tuvo su impacto en Eurovisión. Desde la construcción del Muro de Berlín en 1961, Europa quedaba dividida ya físicamente en dos bloques: un ala comunista al Este y la capitalista al Oeste, bandos que pudieron estar unidos para combatir el fascismo pero que una vez vieron capitular a la Alemania de Hitler se convirtieron en enemigos acérrimos.
En años de carreras en el espacio o el avance tecnológico y social todo bajo una fiel idea de mayor progreso en un lado que en el otro, la vieja Europa tenía consigo un festival musical que enamoraba a propios y extraños. Lys Assia inauguraba en Lugano una religión en torno a la música prácticamente, y dejando poco a poco los males de guerras pasadas, el ala oeste disfrutaba de marionetas en una cuerda, felicitaciones en inglés o monosílabos que alegraban el alma. En este aspecto el oeste se lo llevaba de calle.
En frente, se encontraba la Europa de la Unión Soviética. Bajo la idea de que frente a muros el lado contrario siempre era un espejo para llegar a superarlo, el ala este necesitaba de un festival similar, una noche donde la música fuera protagonista, y consigo se ensalzara la imagen de una vasta nación y una cultura sin igual. Así, aprovechando que precisamente la semana posterior a la creación del Muro de Berlín nacía la Red de Estaciones de Televisión de Europa del Este, el gobierno soviético se comenzaba a plantear una Eurovisión del Este.
La red, denominada Intervisión y con sede en Polonia, pronto encontró solución a esa necesidad de crear un Festival Soviético de la Canción gracias al Festival de la Canción de Sopot. Esta ciudad, una de las más industriales de la Polonia de la época, también era conocida por su gusto por la música y sobre todo por la fama de sus certámenes de piano. El festival, que comenzara en 1961 (ligeramente más joven que Eurovisión) y que ha tenido ediciones hasta hoy día, tuvo como mentor al pianista Wladyslaw Szpilman.
El pianista, que llegara a la fama mundial a posteriori al estrenarse en su memoria en 2002 la película de Roman Polanski “El Pianista”, a su vuelta de torturas durante la II Guerra Mundial por el bando nazi e incluso escapar de un campo de concentración, encontró en la música el mejor escondrijo para aliviar penas. Comenzando a reunir en Sopot a pianistas de prestigio de uno y otro lado del mundo, aprovechó su cargo de Director de la Radiodifusión Polaca para dar pie al Festival de la Canción de Sopot.
De Sopot a la Intervision
Finalmente en 1977 se celebraría el I Festival de la Intervisión, el que desde sus inicios contó con muchas más peculiaridades a diferencia de Eurovisión. Cuentan gentes del lugar que para el soviético medio esto de un festival de la canción no era nada nuevo, puesto que jugar con las antenas y violar los inhibidores de frecuencia soviéticos para ver Eurovisión desde el Este era algo más que común. De esta manera, Sopot sería la sede permanente de un festival que solo tuvo cinco ediciones, y que se mostró muy abierto a la participación de aliados de todo el mundo.
Aliados como Cuba, República Dominicana, Nigeria o Mongolia terminaron por ser habituales del festival, ofreciendo una mezcla curiosa a un festival muy encajado en ritmos caucásicos. Junto a ellos, siempre quedará la curiosidad de Finlandia, única nación como tal que pudo participar en mismos años tanto en Eurovisión como Intervisión, al ser miembro de ambas federaciones.
Finlandia, el éxito tras el telón
Hablar de Finlandia y Eurovisión no es hablar precisamente de éxito. Los fineses, que acumulan 53 participaciones en el festival, hasta el Hard Rock Hallelujah de Lordi (2006) no sabían lo que era ganar, y solo un sexto puesto en 1973 con Marion Rung era su mejor puesto.
Precisamente, de Marion Rung queríamos hablar. Y es que el mito finés, que participara hasta en dos ocasiones en Eurovisión (una primera en su segundo año en liza, 1962, y otra en 1973), también decidió dar el salto a Intervisión en su última edición, la de 1980, venciendo con un tema llamado Hyvästi yo, algo así como “Noche de despedida”. El título parecía una profecía.
Así, Finlandia no solo presume de haber compaginado Intervisión y Eurovisión, sino también de haber conseguido ganar en el Este antes que en el continente capitalista, con una participante que ya había estado en dos festivales de Eurovisión previamente.
El método de votación, lo más comentado
Como saben, si hablamos de Eurovisión habría que esperar hasta 1998 para que el televoto llegara completamente al festival, sin embargo en Intervisión, la cosa parecía un poco más democrática. Partiendo de que no todas las casas soviéticas de la época disponían de un teléfono, el gobierno instaba a votar por la canción favorita a través de la corriente eléctrica.
¿Cómo es eso? Muy sencillo. Se avisaba de que el concurso se viera con todas las luces apagadas de la casa, y solo se encendieran en caso de que la canción que se estuviera emitiendo gustara en el hogar. Así, con posterioridad, se mirarían los picos de electricidad de toda la Unión Soviética por momentos, sabiendo así que canción había generado más luz. Esa, sería la ganadora.
Con mucha discordia ya que era un método de recuento tremendamente complicado para un uso como el de un festival de canción, esta medida si algo dejó claro es que el futuro de los festivales debían estar en el público, aunque hubiera que estar a oscuras.
Otras curiosidades del festival
También es interesante valorar otras curiosidades que diferenciaban Eurovisión de Intervisión. Vamos con ellas:
- El tiempo de duración de las canciones: Si bien Eurovisión es tremendamente estricto con la duración de las canciones y nada se puede hacer para que una canción pase de tres minutos, en Intervisión la duración no fue problema. Llegando a darse hasta actuaciones de 25 minutos de duración, la gala podía hacerse eterna, ya que los bises estaban más que permitidos.
- La sede, siempre Sopot: Otro de los hechos diferenciales de Intervisión es que no era un concurso itinerante. En sus cinco ediciones, Sopot siempre fue la ciudad que lo albergó, con la validez de una larga historia organizando el festival de la ciudad. Como curiosidad, en 2008 Intervisión volvió, en esta ocasión en Sochi y venciendo Tayikistán, en un ejercicio de fuerza orquestado por Rusia sin mucho éxito.
- La última edición, países vs. discográficas: En la última edición, previa a la proclamación de la Ley Marcial en Polonia que acabó con el festival, Intervisión se centró en un duelo entre discográficas y países. En aquella velada, que acabaría ganando Finlandia y Marion Rung, quedó clara la diversidad del concurso, y ese matiz de innovación típico de la Guerra Fría. Intentar ir siempre un paso más hacia delante.
El final de Intervisión
Hablar de la década de los 80 unida a la Unión Soviética es hablar del inicio de la decadencia y final de la Europa Oriental. Algo parecido terminó acabando con Intervisión, Y es que la Ley Marcial fue proclamada en Polonia en 1981, fruto del nacimiento del movimiento Solidaridad, una federación sindical que comenzó a manifestarse en pos de mayores libertades en el bloque soviético. Esto, en una zona tremendamente industrial como la de Polonia, desembocó en ser considerados por el gobierno como contrarrevolucionarios, e iniciarse un estado de control policial que acabaría con el festival.
El certamen volvería en 1984, pero de nuevo bajo la nomenclatura de Festival de la Canción de Sopot, y sin ese elemento internacionalista que lo hizo tan famoso. Idas y venidas siguen habiendo con Intervisión, y entre ellas la ya comentada de una celebración en Sochi en 2008, o el intento de vuelta en 2014 por Vladimir Putin, tras la victoria de Conchita Wurst.
Pero pese a todo, hablar de Intervisión es hablar de una parte de la historia de los festivales musicales, y un episodio más de la Guerra Fría que tuvo como miembros dos festivales con un mismo objetivo: el de unir bajo la música, y con un mismo anhelo, el de la supremacía en un mundo que estaba dividido en dos.